miércoles, 4 de enero de 2012

El conflicto como base de gestión transformándolo en #RSC

Necesitas Valor Funcional que realmente pueda satisfacer necesidades y no solo crearlas. Precisas de Valor Emocional que nace de la belleza que puede ser trasladada en todos los puntos de encuentro con el consumidor: productos, servicios, distribución, venta y atención representan los soportes donde el Valor Emocional tenderá a asentarse. Y resulta urgente establecer promesas vinculantes, Valor de Responsabilidad Social Corporativa,  con el entorno donde vives y no solo en sugestivas campañas publicitarias que pueden verterse en un país para en, no más, de 10" ser contradichas por las acciones que, en realidad ejecutas, en otros países circundantes. Creaste y creíste en la globalización, imaginaste un mundo donde expandirte, ahora ya no puedes evitar que tu mundo sea una inmensa aldea, capaz de llevar y traer noticias a la misma velocidad que tú las generas, de forma independiente, a la belleza y capacidad manipuladora del mensaje que emites.

Se vuelve imprescindible así la creación de un departamento de Branding que someta a Marketing a un control exhaustivo de la coherencia  y que lance propuestas al departamento de Recursos Humanos, hasta humanizar ese departamento y convertirlo en un generador de energía que en constante movimiento te facilite los contenidos de los que se nutrirá todo el tejido empresarial.

No hay enemigo en redes sociales, no hay enemigos en el boca a boca, no se pueden encontrar enemigos en ninguna parte más que en la voracidad que emite la Imagen Corporativa que, desbocada, vive en medio de la ilusión de que todo se mantendrá para que las formulas de aplicación antiguas puedan seguir manifestando éxitos que ya no volverán. Si la Imagen Corporativa creció y se nutrió de un mundo donde las personas parecían influenciables y de allí extrajo infinitos éxitos, debe la Imagen Corporativa, ahora, hacer un cálculo más realista, escuchando con atención al consumidor en todos los puntos de encuentro, para convenir en que la influenciabilidad que creyeron y siguen creyendo infalible, termine por aclararles que el consumidor ha crecido en función de la relación nefasta que ha terminado convirtiéndose, en el día a día, con el proyecto empresarial.
No hay neurociencia que valga, no hay publicidad perfecta, no hay lenguaje influenciador lo suficientemente efectivo como para hacer creer que eres verde, cuando todos pueden comprobar, en los puntos de encuentro, que del verde pasas al negro más brutal en cuestión de segundos.  No hay refresco que llene de alegría, si en otra parte de la aldea, acabas con el agua para seguir obteniendo beneficios. No hay experiencia compartida más nefasta que la que se puede llegar a ofrecer en un Call Center a donde se llega buscando soluciones eficaces. La publicidad puede repetirlo hasta quedare afónica. El mensaje corporativo puede grabarse a fuego en la conciencia del consumidor pero no pasan, ni 10", antes de que el cliente juegue a compararlo con experiencias negativas pasadas y con la información que otros han obtenido, de la que ya se fían más que lo que dice, el modelo de negocio.

Eres lo que haces y no lo que dices que haces, es la fórmula más usada en los últimos tiempos para observar y elegir comprar.  Llegas habiendo creado una historia nefasta en tu entorno, tus empleados, además, son capaces de ponerte una sonrisa para luego reventar tu estrategia ofreciendo a su entorno la forma de negociar en un juego al que es obligado a jugar por ti. No tienes más remedio que transformar todos esos conflictos en conflictos creativos, asumiendo el trabajo de asociar informaciones contradictorias, objetivos encontrados para dar con la solución que realmente se ajuste ofreciendo beneficios a todos los interesados en tu modelo de negocio.

Es preciso pues establecer espacios de unidad y cohesión, allí donde hemos potenciado la hostilidad y el distanciamiento. Es hora de ser responsables para poder luego sugerir responsabilidad a quien acostumbraste a funcionar como un parásito que busca aprovecharse, de la misma forma, en que tú antes de aprovechaste de él.

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